martes, abril 29, 2008

COMUNICACION EN EL TEMPLO

Hace un plis el Gobi ilegalizó chorrocientas toneladas de aceite de girasol. El tema es que era mortal. Pero no mucho. De manera que, en un plis-plas, el aceite fue reeducado y reinsertado en la sociedad, en la que vive absolutamente integrado, en lo que es un triunfo del sistema, que funciona, etc. De la paradoja del aceite de girasol se desprende, hermanos, que el aceite tóxico no era aceite tóxico. Era un mensaje. Posiblemente este mensaje: “Hola, Manolo. Soy el Gobierno. Y me preocupo por ti. Muach”. El aceite, en fin, demuestra –o, al menos, lo comunica- que el Gobi no duerme, y que es capaz de despertar a Leviatán en cualquier momento, para que se pimple chorrocientas toneladas de aceite / para asegurar nuestro bienestar. Con un par.

Los Gobis están continuamente emitiendo esos mensajes. Más por aquí abajo. Hummm. El último Gobi de Aznar, verbigracia, ilegalizó dos diarios. Eran tóxicos. Sus periodistas y lectores no fueron reeducados ni integrados. Pero aún así, toda la coreografía fue, tal vez, sólo un mensaje. Posiblemente, este: “Hola, Manolo. Soy el Gobierno. Y me preocupo por la unidad nacional, es decir, por ti. Muach”.

Los mensajes de la derecha y de la izquierda son excesos de celo de, a su vez, la derecha y la izquierda. Se preocupan por cosas que no ves y que no puedes verificar. Pero que debes de creer que existen. Como un componente tóxico en un aceite. O el peligro de la unidad nacional esa. Son, en fin, propaganda. No difieren mucho entre sí. Unos mensajes, en este caso, defienden que el cuerpo es un templo, y que uno es lo que come, por lo que hay que tener ojo, Manolo, con tu cuerpo serrano. Otros mensajes, los de la derecha, defienden que España es un templo. Y cuidado Manolo qué te pones para ir al templo. Ambos tipos de mensajes creen, pues, en los templos. Antes que en Manolo. Parten de que vivimos en templos. Y no en pisos. Posiblemente, son un mismo tipo de mensajes. Cuidado, Manolo.

Hasta mañana. Me voy a ver donde me voy a ver lo del Manchester-Barça, ese equipo en el que, snif, cada vez es más añorada esa forma brasileña de mover la pata.

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