viernes, febrero 23, 2007

LA GRAN VERDAD DE LA ENFERMERA NOCTURNA

Seguimos hablando sobre la interpretación de las cosas. Hoy, a la luz de una historia que no es otra que la inquietante historia de la enfermera nocturna. Y que empieza así: estamos bromeando, una enfermera que trabaja en el turno de noche y yo.

Estamos bromeando una enfermera que etc y yo. Comúnmente, en los ratos -¿muertos? ¿vivos?-, que median entre un encuentro corporal, ella me explica historias de su trabajo. Su trabajo consiste en otro tipo de encuentros corporales. Con cuerpos frágiles y averiados. Sus historias, así, hablan de sangre y otros fluidos extraños. De problemas y actitudes ante la vida y la muerte. Lo más fascinante para mí es que emite todas esas historias desde un tono y una visión extraña. Tono y visión extraña: sin truculencia, con normalidad, con humildad, con un absoluto respeto a los cuerpos retratados. Y, por encima de todo, sin percibir nada fantástico en lo narrado, por lo general historias bellas y brutales que nunca jamás veré o imaginaré. Bueno. De pronto me explica una historia rara. No trataba de cuerpos, sino de todo lo contrario. Almas.

Durante una temporada, dice, ella y sus compañeras, para pasar el rato, jugaban a la güija. Nadie creía en todo eso, pero por lo visto resultaba divertido. Una noche entraron en contacto con un espíritu. Era una enferma de la planta, que había fallecido hacía una semana. La reconocieron. Estuvieron hablando un rato. Finalmente, le preguntaron si la habían tratado bien durante su estancia en el hospital. Respondió que no. “Y era cierto. La descuidamos un poco. A veces ocurre”, dijo la enfermera.

La historia inquietante de la enfermera nocturna se desprenden dos ideas. Idea a), que las enfermeras nocturnas son diferentes. Y que b) en toda historia hay una gran verdad y una gran mentira. La gran mentira de la historia inquietante de la enfermera etc. es el 99% de la historia. En la realidad es difícil hablar con las almas. Incluso con las de los vivos. Imagínate con las de los muertos. La gran verdad de la historia es posiblemente, su final. Su final no es una frase de una muerta. Son tres frases de una viva: “y era cierto. La descuidamos un poco. A veces ocurre”.

Ejemplos prácticos. ¿Qué hay de gran verdad en la denuncia del PP de que el Estado miente respecto a lo del 11-M? La gran verdad es que el Estado, de hecho, miente siempre que puede. Puede hacerlos y, por lo general, uno hace todo lo que puede y poco de lo que no puede. El Estado, por ejemplo, mintió el 11-M. Cuando gobernaba el PP. En la historia que explica el PP actual para explicarse el 11-M –una historia en la que, en vez de güijas, hay otros elementos fantásticos, como el ácido bórico- en realidad se explica una gran verdad. Explica que el Estado puede mentir, que mintió. Al seguir mintiendo una vez perdido el poder del Estado, los chicos y chicas que explican esa historia explican a su vez que añoran el Estado.

Cuando vuelvan, serán imparables.

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