jueves, septiembre 01, 2005

EL RETONNO

-CARACOLES. Hola. Ya acabó todo. Concepto todo: agosto. Agosto, trailer: a) he escrito una serie de reportajes de viajes para Tiempo. El caso de la cosa consistía en viajar por plazas ubicadas en dos continentes, que de una forma u otra habían tenido contacto con el concepto España, y preguntar en esos sitios sobre el concepto España. En ocasiones las respuestas fueron sorprendentes. En otras, lo sorprendente era que ya no me sorprendieran. Estuve b) con mi bebé. Está empezando a hablar. Me paso el día hablándole en castellano y, por lo visto, él ha empezado a hablar en catalán. Aunque aún no lo sabe. En una sociedad bilingüe no se puede calcular cual es tu lengua. Incluso si existe el concepto mi-lengua. Lo cual me parece fantástico. Bueno. Me aseguran que su primera frase fue “el papa no hi és”. Es decir, que utilizó un pronombre débil con cierta maestría. El Charnego Power –como, snif, aquí el menda- no utiliza o utiliza de forma mangui los pronombres débiles. Los pronombres débiles son una suerte de circuncisión entre los catalana-hablantes. Es algo que te sucede de pequeño o es poco probable que te suceda. En otro orden de cosas, c), estuve comiendo caracoles a gogó con amigotes y amiguitas. Los caracoles son el alimento de los hombres felices. En todo el mundo existen una serie de ¿monumentos? paleolíticos, consistentes en toneladas y toneladas de cáscaras de caracoles –en ocasiones, ocupan superficies de varios kilómetros- depositadas por cientos de generaciones de comedores de caracoles que iban a un punto geográfico concreto a liarla, a reírse de la luna y, lo dicho, a comer caracoles. Es posible que mientras comían caracoles hablaran de la vida. La vida entonces era radicalmente parecida y diferente de la vida ésta mañana a primera hora. El otro día, comiendo caracoles con un antropólogo, surgió la idea de que las grandes preguntas de la vida, en el paleolítico, tenían su origen en la naturaleza, mientras que ahora tienen que ver con los Otros. Los Otros no son los muertos, que son los vivos. Los Otros son la Humanidad cuando ya no la ves ni la puedes calcular, y sólo la puedes delimitar como pregunta. Los Otros –usted y yo somos Otros para los Otros- fabrican objetos como la miseria, la violencia, el hambre o la cultura, esa forma de describir todo lo anterior. Y aquí, cojo y retomo el tema que esbocé este agosto. La cultura como líquido, la objetivización de la realidad como algo líquido.

-LO LÍQUIDO Y LOS CARACOLES. Hola. Esto es un flash-back del pasado agosto como el carajo de una vela. Estoy en Portugal, y como caracóis –esos caracoles blancos que crecen en todos los hinojos de la Península Ibérica, pero que no se comen en ningún lugar salvo aquí; se guisan en una salsa líquida que, contenga lo que contenga, contiene tomillo, en todo caso; están tan buenos que quitan el hipo-. También se aplica a los caracoles una abogada matrimonialista de Barcelona, que me explica una experiencia de lo líquido, que dibuja lo líquido en la fabricación de información, en la construcción de realidad y, finalmente, en la construcción de política. Ahí va. Se trata de la violencia de género. Lo líquido del asunto empieza en su descripción, que consiste en observar la violencia ¿familiar? ¿doméstica? como un líquido, en el que prima una ola, la percepción de una ola, sobre el resto del líquido implicado. “Por ley, a la violencia doméstica o familiar ya no se puede llamar violencia doméstica o familiar. Se llama de género, aunque la violencia de género, con papeles en la mano, no sea la mayor violencia que ocurre en las familias. La gran violencia familiar es contra los ancianos. En segundo lugar, contra los niños. En tercer lugar, la violencia entre cónyuges o contra un cónyuge”. Llamar violencia de género a esa violencia es a) reducirla. Y b) ampliarla en una de sus regiones. Esa ampliación, en esa liquidación –de líquido, vamos-, es una cosa rara que, como las fiestas, van por pueblos. En Italia –un panorama informativo, social y político diferente al español, si bien tal vez es el más parecido-, los medios de comunicación, la percepción social y las medidas políticas se han especializado en otra liquididación de la violencia doméstica. Allí los diarios, el estupor y las acciones se han decantado hacia la violencia infantil. Y de forma muy matizada. El gran qué es la violencia de madres, copadas por la depresión postparto, hacia sus hijos. Como sucede con la violencia de género en España o en Lima, es una violencia dramática, espectacular, impresionante. Y con poca broma. En Italia, cada caso de mamá asesina –posiblemente, no hay más casos que en otras sociedades-, paraliza la prensa y las televisiones. Los juicios por asesinato a una mamá son todo un fenómeno. En el Sur de Italia hay una institución psiquiátrica especializada en el tratamiento de las agresoras –algo único en Europa-, a donde van a parar después de cada juicio. La pregunta es ¿qué originalidad legislativa, qué institución psiquiátrica, ha creado España para paliar su percepción líquida de la violencia doméstica? ¿Cómo afecta esa percepción de lo líquido a otras regiones de la realidad? Respuesta provisional: por aquí abajo nos hemos remitido a nuestra tradición.

-LA TRADICIÓN LÍQUIDA LOCAL. La violencia de género por aquí abajo es un llenapistas. Ocupa una parte importante de la información y la opinión locales. Los cantautores se aplican a ella a gogó. Hay novelas sobre el tema que se venden como polos. La condenas y quedas como Dios. La denuncia de esa violencia –real, efectiva, acongojante- líquida –sobredimensionada sobre otras violencias-, es incluso una seña de identidad de la izquierda local. En algunos momentos de la anterior legislatura, cuando lo líquido giraba entorno a otra violencia –la etarra-, cuando la liquidización de aquella violencia cambió incluso el código penal e hizo surgir leyes de constitucionalidad y tufo extraños, la violencia de género –una violencia con más víctimas al año que la etarra-, sirvió para contrarrestar, en lo que poco que se contrarrestó, la realidad líquida Urdacy System. Para explicar que había otras realidades posibles y más verosímiles que aquella realidad líquida. En la actualidad, la violencia de género es una región de lo líquido absolutamente tan sobredimensionada como la etarra. Ha provocado cambios de leyes de constitucionalidad dudosa. “A una mujer, que no a un hombre, que acuse a su marido de violencia de género, verá como inmediatamente su cónyuge recibe orden de alejamiento y se le retira el contacto con los hijos hasta el juicio. No hacen falta pruebas y la presunción de inocencia no existe, caso único en toda la legislación”. “La violencia de género es la forma más rápida y beneficiosa de acceder a la separación por parte de una mujer. Algo muy útil para la mujer maltratada. Pero, por eso mismo, se aduce en tantos otros casos. Tantos que no pueden ser reales”. La legislación anti-violencia de género se parece mucho a la legislación antiterrorista de hace cuatro días: satisface una percepción líquida, percepción líquida elegida, sobre otras posibles percepciones líquidas, por los medios, en tanto satisfacen o insatisfacen una de las dos polaridades políticas por aquí abajo. La violencia de género y la terrorista también se parecen en que, cuando se convierten en el líquido predominante, cuando, gracias a las pautas de comportamiento de la CT, se convierten en input gubernamental, son incuestionables. Si intentas matizarlas o explicarlas a través de otra percepción eres un terrorista o un señor que da para el pelo a las señoras. Un marginal. Ante lo líquido. O, más pesimista, eres algo líquido, con un chorro menor. La violencia de género, por otra parte, explica a una parte llamativa de nuestra izquierda, snif. Una izquierda más preocupada por crear estados líquidos de realidad a los que poder gestionar –como, glups, nuestra derecha-, que en ampliar derechos. La liquidización de la violencia de género ha supuesto, independientemente de su éxito, que lo ignoro, restricción de derechos.

Mañana, más líquido.

1 comentario:

Gachas dijo...

¡Qué bien, qué bien, has vuelto!
Y qué lúcido, as always.