domingo, mayo 08, 2005

MARTÍNEZ, EMPLEADO DEL MES DE LA CT

Hola. Lo que sigue es una narración, argumentada con textos, en la que se explica el momento de esta semana en el que me convertí en un emisor chachi de CT, conscientemente, con un par, y sin enmendarme. Esta historia tiene dos actos. Espero, glups, que no tenga tercero, como los dramas –drama: la CT sabe vudú; aquel que se rebota con ella puede acabar zombie, un muerto viviente, como en las pelis de vudú-. Y empieza, como su nombre indica, por el acto primero.

-ACTO PRIMERO. Piticlín Piticlín. Me llaman del Excmo. Ayuntamiento de mi ciudad. Están preparando un catálogo de una expo de fotografía, consagrada a uno de los mejores fotógrafos de prensa que conozco, con el que me une un denso hilo de amistad. El precio, me dicen, es simbólico. Y aquí, meditemos en la relación del encargo con la CT. El encargo presupone un texto no conflictivo, relacionado, de alguna manera, con el arte, esa cosa no conflictiva. No se me paga, pues se supone que el mezclarme con una institución –no conflictiva, como su nombre indica- es un honor. Y que no hay ningún intelectual –conflictivo- que no quiera trabajar para una institución. Después de las Empresas, las Instituciones –el Estado, esa cosa, al parecer, no conflictiva-, son los fabricantes de canon en un país sin posibilidad de crítica, es decir, de conflicto. Con lo que yo debería de estar la mar de contento. El texto del pollo-que-debería-de-estar-la-mar-de-contento (o pollo CT) me sale modalidad pollo-la-mar-de-mosca (o pollo no CT), me sale, snif, conflictivo. Lo cual no es una valentía. Supongo que es más fácil no hacerte el CT ante el Estado que ante las empresas, que son a) últimamente las grandes vertebradotas de la CT y b), son, además, las que te pagan el grueso de tus ingresos. Bueno. Les transcribo el texto. Nota, he sustituido el nombre del fotógrafo por el de Pepito de los Palotes, pues no sé si quiere o no ser conflictivo. Ahí va.




PEPITO DE LOS PALOTES (VERSIÓN NO VENAL, ES DECIR, NO CT)

Me piden que haga una introducción simbólica a la fotografía de Pepito de los Palotes. No tengo ni idea de lo que significa una introducción simbólica. Para orientarme, se me comunica que se me pagará simbólicamente. De lo que deduzco que en la vida hay cosas simbólicas y cosas reales. No sé. El Forum fue una cosa real. Si bien nadie sabe para lo que sirvió –como ocurre comúnmente con los símbolos-, costó un huevo –que es lo que sucede, por lo visto, con lo real-. Para fabricar el Forum se suspendieron varias actuaciones de Asistencia Social. De lo que se deduce que esas actuaciones, contrariamente a las que se realizaban en el Forum con señores pintados de colores, eran simbólicas. Pese a ello el Forum tuvo beneficios –simbólicos; es decir, que no los tuvo-. Pero se aguantó. Lo contrario que ocurrió con el túnel del Carmel, que se hundió porque no era real. Era el símbolo de un túnel. Al no ser propiamente un túnel, sino un túnel simbólico, no hizo falta ponerle los 20 centímetros de grosor de cemento que lo hubieran convertido en un túnel de los de verdad. Los túneles de verdad discurren sobre barrios reales. Los túneles simbólicos discurren, por tanto, sobre barrios simbólicos. Si se hunde un barrio simbólico no pasa nada, porque sus habitantes son símbolos.
La vida es un lío entre lo real y lo simbólico. Vas por las calles de Barcelona y ves, supongo, gente real y gente simbólica. La gente simbólica se identifica porque tiene heridas simbólicas –no valen un duro, vamos- en su alma. Cuando se ríen, van al curro, no tienen curro, hacen cola o juegan con chuchos simbólicos, son perceptibles esas heridas que provoca la violencia extrema de lo real sobre lo simbólico. Pepito de los Palotes tiene el poder de captar todo eso, toda esa fragilidad, en los cuerpos de las personas simbólicas que fotografía. Sus fotografías duelen porque no son simbólicas. Y hablan de la brutalidad de lo real.


-ACTO SEGUNDO. Piticlin. Piticlin. Que el texto no puede salir. El funcionario que habla conmigo es una persona muy bien educada. Incluso, simpática. Posiblemente, pensamos lo mismo del texto. El diálogo que establecemos es un dibujo chachi y resultón de lo CT. Dibujo. Ahí va. “Yo no puedo decirte lo que tienes que hacer” –cierto; en la CT nadie te dice lo que tienes que hacer; lo debes decir tu; y no puedes equivocarte, pues la lías, total para un final que tu y la CT conocéis-, “el texto no es una introducción a un catálogo” –lo que implica que las introducciones a un catálogo son un género, que la mía se va a tomar por XXXX del género y que, por deducción, el género consiste en no plantear conflictos; como, en general, el arte, las paellas y todo lo que sea CT-, “que me estás complicado la vida” –cierto-, “que tendré que enviar el texto arriba” –una característica de la CT es que los que toman decisiones no tienen nombre; son ELLOS, son ARRIBA, o algo por el estilo; yo, en ocasiones, creo que no existen, que por lo general somos NOSOTROS, que no nos acabamos el margen de lo posible, si bien, últimamente, lo veo más estrecho de lo habitual-, “que me lo piense” –si hay algún error, es mío, que no sé el funcionamiento de la CT, se supone-, “que jamás se me censurará” –cierto; la CT no censura; practica lo que ustedes están viendo; ¿cómo se llama?; carece de nombre, y lo digo sin ironía; ¿censura negociada? ¿negociación de ideas?; ¿cómo se desarticulan las cosas sin nombre?-, “que no le haga esto a mi amigo, el fotógrafo” –el culpable de lo que pase seré yo, nunca la CT-. La conversación, en fin, me recuerda a otra que tuve con un funcionario –aquel era socialista; este, supongo, es votante de otra izquierda-, el día que fui a decirle que me declaraba insumiso a la PSS. Y, tras una discusión parecida, me dijo, que compartía conmigo mi opción y me opinión, pero que me denunciaría. En aquellos años, la broma eran dos años en chirona. Y el sanbenito de ser un freakie. Como ahora con este otro funcionario que, por cierto, parece ser una persona cultivada, sensible a mi texto y, como yo, víctima del destino, que como en la Grécia Clásica, le obliga a arrancarme los ojos. Acordamos, finalmente, que estoy al servicio del fotógrafo, no de la Insitución. Y que haré lo que me pida el fotógrafo. EL fotógrafo me llama a las pocas horas y me dice que, jarl, por la gloria de mi madre, haga un texto introductoria a una expo, ese genero de la CT que todos, en verdad conocemos. Lo hago. Ahí va. Puro arte.



PEPITO DE LOS PALOTES (VERSIÓN CT QUE TIRA DE ESPALDAS)

-LAS CICATRICES. El primer trabajo que hice con Pepito de los Palotes fue en un sitio plagado de personas con unas cicatrices terribles. La gente avanzaba medio desnuda, de manera que, antes de ver sus cuerpos, veías sus enormes cicatrices. En ocasiones no llegabas a ver ningún cuerpo. Sólo una cicatriz descomunal. Yo no entiendo un pijo de fotografía. Pero sabía que el trabajo de Pepito de los palotes se parecía al mío en que no habíamos ido allí a fotografiar cicatrices ni a hablar de cicatrices. Cada uno tiene su táctica para eso. La mía, supongo, consiste en ser invisible. La de Pepito de los Palotes consistía en todo lo contrario. Era una persona fotografiable más. Su cámara no era algo que tirara para atrás. Era un objeto para crear pitote, alrededor de cual se proclamaba la juerga. No obstante, era él quién hacia las fotos, sin que nadie se percatara de esa gravedad. El resultado, en aquel trabajo resultó notorio. Las cicatrices aparecieron fotografiadas. Es decir, no aparecían en ninguna fotografía. Pero todo el mundo, en aquel reportaje –y en todos los reportajes de Pepito de los Palotes, tal y como pude comprobar en posteriores colaboraciones-, mostraba –mostrar es lo contrario de exhibir-, algo más importante que sus cicatrices. Su fragilidad. Pepito de los Palotes, de hecho, es un imán de la fragilidad de los demás. En los descansos de aquel reportaje, por cierto, Pepito de los Palotes y yo nos explicamos nuestras cicatrices. Esta mañana a primera hora él y yo lo sabemos todo de nuestras cicatrices. Bastaría una palabra de él o mía para rompernos, para abrir una cicatriz vieja. Vaya, me estoy poniendo blandengue.

-EL OKUPA DE FRAGILIDADES. La capacidad para ver las cicatrices importantes y la fragilidad, y la capacidad para retratar todo eso, son trazos que no disponibles para todas las personas. Supongo que esa capacidad es una arruga del cerebro. Quizás una cicatriz. La cicatriz del cerebro de Pepito de los Palotes le obliga a trabajar en familia. Para trabajar, simula familias, se incorpora al grupo a fotografiar como un miembro de la familia más. Y retrata grupos familiares. Si se fijan, sus fotos, corales, repletas de personas sonriendo a cámara, son fotos de familia. En los que, estrictamente, hay muy pocas familias. Generalmente, son extraños, personas que apenas se conocen, o personas que han coincidido en una foto de Pepito de los Palotes. Pero que ejercen de familia. Como sucede, comúnmente, en las familias. Cuando uno mira una foto de familia uno sabe quién es el pollo con suerte, el que siempre le irá mal la vida, el que ya está muerto. Pepito de los palotes, en ocasiones, se deja invitar por familias a pasar las vacaciones y saca fotos. Son fotos tan familiares como aquellas otras fotos de Pepito de los Palotes en las que no hay familia por ningún lado. Su originalidad es que permiten verle el plumero a Pepito de los Palotes, su forma de trabajar. Ser uno más en un grupo repleto de fragilidades. Ser, exactamente, el encargado de documentar la fragilidad. Con precisión no alemana.

-LOS USUARIOS DE LA MERCÉ COMO FAMILIA. Una fiesta, ahora que lo pienso, es algo que está a huevo para ser fotografiado por Pepito de los Palotes. Una fiesta gansa, descomunal, como la Mercé, es un grupo familiar falso. Personas que coinciden en un punto, que se ríen con la boca llena de dientes, que acaban de enamorarse o de repartirse las peras, que están a punto de vivir o de morirse, que la vida les va bien o mal. Son ciudadanos de una ciudad que en ocasiones se construye y en ocasiones se hunde. Son usuarios, en fin, de esa fragilidad que retrata Pepito. Pepito, el de los Palotes.


-EPÍLOGO. La CT, es decir la C por aquí abajo, es una C que se va al garete cuando hay conflicto. No sabe verbalizar los conflictos, al no poder utilizar, tan siquiera, palabras conflictivas, como censura o este-texto-no-puede-aparecer. La CT, al elidir el conflicto, es una C que elide información. La CT es lo contrario que la información. Sólo desaparecerá con información. La CT no puede solucionar ese conflicto interior suyo, consistente en elidir la información, como no pudo solucionar, ahora que lo pienso, el conflicto de reestablecer la información elidida durante el 11-14-M. La CT al no poder plantear conflictos, no puede plantearse a sí misma. Sólo puede colapsarse. Y, como todas las cosas que sólo pueden morir por colapso, morirá matando. Glups. Lo muertos de la CT, elididos, tardarán mucho tiempo en conocerse. Un último dato formal: el preciosismo es tal vez la gran tendencia que permite intensificar la CT, como podrán colegir de la lectura del texto 2, en absoluto conflictivo y preciosista al máximo.

1 comentario:

Gachas dijo...

Para tu alivio recuerda, Guillem, que el año pasado, en una institución tocha madrileña, lograste presentar un libro (de Pepita la de los palotes, 15 marzo 2004) en la modalidad menos CT de Ejpaña. ¡Y qué bien resultó! Y luego hubo canapés (canapés completamente CT, todo sea dicho).