sábado, mayo 07, 2005

CAMBIO DE VELOCIDAD. ALEHOP

Hola. Soy yo, si bien a) un lector ayer me invitaba a que me pusiera las pilas y que empezara a experimentar en la diferenciación entre CT / Cultura de la Transi / Cultura de la Transición y esa cosa tan parecida denominada, a saco, Cultura de Masas, mientras que otra escuela de lectores b), me invitaba a percibir el fenómeno CT como mirada. Respecto a a) debo decir que creo que dio en el clavo. Y que sería muy bueno que el siguiente objetivo no sólo fuera ese, sino, a la par, empezar a establecer cual es el canon de la CT, cual es el canon anti-CT, y si lo anti-CT pasará a la historia, si lo anti CT es sinónimo de calidad, de canon alternativo, de futuro posible. O de anti, a secas. Respecto a b) debo decir que los usuarios de b) dieron en el clavo. Lo CT es una mirada. Es decir, es algo que ha adquirido el carácter íntimo de la mirada, de manera que la Cultura –lo C-, actualmente, para varias generaciones de profesionales y de usuarios de la C, es CT. Es más, lo que no es CT es algo opuesto a C. Lo que no sea CT no pasa el filtro de C. De manera que no hace falta mirarlo. Las miradas no miradas no son, propiamente mirada. Ayer, verbigracia, ví a una de las mujeres más bellas que he visto en mi vida. Era ciega. No producía miradas, de manera que mi mirada hacia a ella, estadísticamente, no fue propiamente una mirada. Fue un vistazo.

-UN APENDICE. El hecho de que la CT lo sea todo –es decir, una mirada; cuando uno se pasa horas mirando a alguien en un bar, comúnmente no tiene nada más que ofrecerle a ese alguien que esa mirada; las miradas, por lo general, son simulacros de situaciones que jamás se producirán; la CT es, si uno lo mira así, una mirada como la copa de un pino-, es algo absolutamente natural en una cultura que nació y vive como cultura estata. Y como algo, también, vinculado a las empresas. En España, los grandes negocios –privatización de Telefónica, o de lo que sea, el AVE, la realificación de la Ciudad Deportiva-, precisan la participación del Estado. Es posible dilucidar que la industria Cultural se relaciona de alguna manera con el Estado. Aunque sólo sea para contradecirle. Fin de este inciso que intentaba matizar el carácter yuyo de algo que se convierte en mirada, esas cosas terribles cuando sólo hay una. Bulgakov, por ejemplo, snif, no se enfrentó a un sistema económico o político. Fue, simplemente, cruelmente, algo que no encajaba en un paisaje cuando el echabas una mirada.

-OTRO CASI-PRÓLOGO. Pero tiempo al tiempo. Estas líneas no son un ensayo lineal. Son un ensayo en línea. Es decir, escrito a tomar por XXXX de la línea recta. Como sucede con todos los itinerarios que no son rectos, no se pretende tanto hacer un recorrido rápido y certero, como otro amplio. Tan amplio que recorra toda la CT, aunque sólo sea en plan turista, para sacar una foto de la novia sentada en una plaza de una región remota de la CT, y decir “yo estuve allí”. Porque, esta mañana a primera hora, la CT es grandiosa. Es más, lo es todo. Abarca todo lo que puedas ver. No hay un solo rincón de la cultura que no sea CT. Por eso cuesta tanto no sólo acotar, si no ver la CT en bolas. Y, si no, ahí va la prueba del algodón.

-PRUEBA DEL ALGODÓN. El otro día, buscando una cosa rara Google me llevó al blog de Arcadi Espada, un señor que se ha alejado notoriamente de la CT –creo; ya hablaremos; Arcadi, un emisor en las antípodas de el emisor que les emite, es uno de los nuestros-. Bueno. Más concretamente llegué a una región del blog en la que los lectores comentaban el Caso Echevarría en el mismo momento en el que aún no se llamaba Caso Echevarría. El caso Echevarría ha sido, lo miren por donde lo miren, la mayor polémica cultural en los últimos veintipico años. Las polémicas culturales sirven para disentir sobre el concepto de cultura. Me sorprendió que los usuarios del blog y, en ese momento, de la polémica, optaran por lo siguiente. Lo siguiente: no disentir del modelo cultural. La mayoría de los lectores no veían ninguna polémica en el caso que aún no era caso. Identificaban una forma de fabricar y vertebrar cultura –la CT, si bien nadie la denominaba así; supongo que, de haberla denominado de alguna manera, la hubiera denominado C; es decir, la única cultura posible, el único modelo C no aberrante, la normalidad C-. E identificaban a Echevarría como un profesional de C un tanto lento de reflejos, que no se había adecuado al funcionamiento de C. Por lo que no veían en el caso ningún caso, salvo un defecto de profesionalidad. La patología del caso era, pues, personal. No C. Y de un pollo que no sabía las reglas del juego, que se había dado de morros contra las reglas del juego. Es decir, contra la C. Como sucedía en otras épocas, en las que cuando a alguien lo fusilaban o lo censuraban era porque se lo había buscado, porque no había sabido ver el funcionamiento de las cosas, el muy tonto del culo. Lo cual implica comenzar a pensar que el juego es tan barroco, tan constante, tan cotidiano, tan gigantesco, tan ramificado en las percepciones íntimas, que nadie lo vé. Lo que, por cierto, es algo muy común en las cosas enormes y monstruosas aunque cotidianas. Como –salvando el bestialismo de la compración- una cámara de gas en los tiempos de las cámaras de etc., cuando nadie las veía. Cuando eran pura mirada. En ocasiones, incluso cuando te metían en una. La CT, se desprende, es un objeto tan usual, tan líquido, tan extendido que las únicas rarezas que se perciben cuando uno la mira son sus raros. Es decir, las personas que no encajan en ella. Glups.

-CARAS Y CRUCES DE LA CT. Por otra parte, la CT es algo tan usual, tan líquido, tan etc., que todos somos, en algún grado, en algún momento, emisores de ella. La C, esta mañana primera hora es CT. Y punto. Si eres profesional de la C, lo eres de la CT. Les ofreceré, verbigracia, dos ejemplos. Ejemplo a): Pere Gimferrer. Gimferrer es el (único) hombre que, en pleno Franquismo Pop, se comporta como si no hubiera habido una guerra civil genocida. Emite una literatura por la que jamás, ni un solo día, ha acaecido el Franquismo, como si el siglo XX hubiera sido pura continuidad pacífica desde los glory days. Posteriormente, se cambió de lengua. Hoy escribe en catalán, una lengua con menos registros que el castellano, desde la que elabora dos obras absolutamente originales y abandonadas a su propio tiempo y velocidad –los Dietaris, y L’Agent Provocador –no se las pierdan; están traducidas en castellano-, unas rarezas absolutas en su / nuestra época, en las que se percibe, el canguelo que da la literatura cuando te la encuentras de morros. A su vez, como editor, descubre, apuesta y promueve lo que, para bien y para mal, es el grueso del canon de la CT. Es el descubridor y editor o gestor –o como se llame- de Mendoza, Llamazares, el primer Muñoz Molina o/y ese bicho raro que descubrí el año pasado, gracias a Gimferrer, que se encuentra fuera de la CT y que se llama Isaac Rosa –no se pierdan su El vano ayer-. Bueno. Entre todo eso también ha sido el jurado de los premios más chorras que han modulado la CT y su dinámica de mercado. Yo lo he visto en algún premio de esos. Habla del libro premiado, con un par, como si fueran verdad los adjetivos que utiliza. Su do de pecho CT es un prólogo a la ¿obra poética? De Antonio Gala. Uno se lo lee y puede llegar a creer que Antonio Gala es un poeta carajo-de-la-vela-size. ¿Por qué lo hace? Él sabrá. Lo sabremos, en todo caso, cuando sea fiambre y se publiquen sus memorias, en las que yo confío mucho. Confío en él y en lo que ha escrito sobre el género de las memorias españolas –ha demostrado que está por hacer, que no existe-, y en unas memorias que, deliberadamente, se publiquen tras la muerte del autor. Es decir, cuando un usuario de la CT no necesite la amistad, esa piedra angular de la CT, una lectura de la C que no admite la confrontación de ningún tipo.

-EJEMPLO B).
El ejemplo b) es hasta el gato. O, ya puestos, yo mismo. Esta misma semana. Mañana se lo explico. Lo he bordado.

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