martes, marzo 22, 2005

EL FASCISMO NATIVO, QUE NO EMOTIVO

Leo la nueva sección de investigación de El País. Una sección que será curioso ver crecer, en el periódico emblemático de la cultura que decidió no investigarse. El articulete que me veo es sobre la ultraderecha, ese fenómeno que, por lo visto, existe en Europa y no en España. Como el Estado del Bienestar en los 60’s, pero en cafre. En un momento se apunta la idea de que en España no existe ultraderecha porque está dentro del trade-mark PP. Bingo. Pero rápidamente se tira para atrás. Para tirar para atrás se pide la opinión de varios políticos, que van y opinan que no. Lo que supone recurrir a la Cultura de la Transi. Cultura de la Transi: ante una duda, va y responde la clase política. El observador no puede observar más allá de lo que dice la clase política. Si la clase política dice que en España no hay ultraderecha, o que hay dos vías de investigación como dos pinos, pues se acaba la investigación y a otra cosa. Hummm. Esta semana creo que les hablaré de la ultraderecha en España.

Punto de partida. La ultraderecha española no es europea, que es autóctona, como los botijos. El hecho de que en Europa no haya botijos, no significa que no beban agua, como el hecho de que en Europa la ultraderecha tenga como vértice el racismo, no significa que en España no haya ultraderecha. La derecha no democrática española, si uno se fija, no es racista. José Antonio –existió; existe; yo lo he escuchado citado en algún miting del PP; ya se lo contaré otro día-, hizo de la tolerancia racial una seña de identidad del fascismo / botijo autóctono. El fascismo español, así, no tenía ningún problema en reconocer a un mulato, un moro, un negro o un indio como usuarios / fusilariables del Imperio. José Antonio, es más, llegó a manifestarse en contra de las políticas antisemitas alemanas, en tanto iban contra el espíritu cristiano y católico de Falange. Lo cual puede señalar una de las señas de identidad de la ultraderecha autóctona: el catolicismo. En los próximos meses, si se fijan, asistiremos al espectáculo de ver como la ultraderecha nativa hará pupita con el catalolicismo, en plena cruzada contra el laicismo –esta semana, por ejemplo, en La Razón, quién haya tenido coraje ha podido leer que el gobierno socialista piensa prohibir las procesiones de semana santa, con un par, en lo que es toda una poética de lo que es la información para la ultraderecha; agitación, vamos-. Otro eje falangista-joseantoniano nativo es la unidad nacional ésa. En los próximos meses, también veremos como la ultraderecha nativa hará su agosto con ese tema para también atacar a las culturas democráticas –si conectan la radio ya podrán escuchar a cualquier hora del día o la noche como, según el Ilustre Colegio de Tertulianos, el gobierno socialista se frota las manos ante los proyectos separatistas catalán y vasco; más agitación-.

La Cultura de la Transi, cuya función es la cohesión, la estabilidad, tiene dificultades para dibujar todo lo contrario. Hace años que se está dibujando todo lo contrario en la realidad española. Hace años que se está verbalizando una ultraderecha autóctona y original en sus discursos. Es hasta cierto punto divertido como la ultraderecha está rompiendo la Cultura de la Transi –un café para todos que permitía a todos no explicar nada, escaquearse del pasado- con una cultura propia y aprovechando la propia lógica de la Cultura de la Transi. Resulta también divertido ver como al Cultura de la Transi ni siquiera tiene herramientas para explicar el nacimiento, en su seno, de un festival fascista.

Creo que esta semana nos lo pasaremos bien -por decir, glups, algo-, amiguitos.

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