miércoles, febrero 16, 2005

LA EGIPTOLOGÍA Y USTED

Ayer los diarios que leo me informaron de la aparición de cuatro o cinco novelas. No me informaron si valían un pito. Simplemente se me informó de que, de las chorrocientas novelas que se publicaron antesdeayer, sólo cuatro o cinco aparecieron en los diarios que leo. Con toda la mili que llevo en el ramo, puedo intuir que esas cuatro novelas se diferencian del resto de novelas no aparecidas en los diarios en, precisamente, que aparecen en los diarios. Es decir, a) están publicadas en alguna editorial de la commonwealth empresarial del diario, b) las ha escrito alguien que tiene que ver con el diario, c) las ha escrito un colega de alguien del diario, o d), y estadísticamente más probable –créanme-, simplemente, esas cuatro o cinco novelas se colaron en los diarios por azar. O por algo parecido.

En los diarios aparecen libros como aparecen crucigramas. Porque toca. No hay ninguna poética –y si la hay, no tiene nada que ver, snif, con la poesía-, para que un libraco aparezca en los papeles en lugar de otro. De lo que se deduce que, cuando aparecen, no aparecen porque tengan algún valor, o porque sirvan para discutir, priorizar, contraponer o atacar ningún valor. Aparecen porque forman un valor en sí. Son libros, los libros son cultura y la cultura, así lo hemos acordado, es chachi. La cultura es así un valor que no es preciso, al parecer, valorar. Es decir, no sirve para nada. Es curioso que, junto a esa exposición caótica de libros, en las páginas de cultura españolas aparezcan, cada vez más, noticias sobre egiptología. Esas noticias -desde hace cinco años o así aparecen como setas-, igual explican la clave del concepto de cultura que hemos decidido consumir. Esas noticias explican por qué explicamos así –sin explicar, vamos-, los libros.

Cuando era pipiolo, en verano pillaba un megabillete de tren y me iba al Este, el único sitio al que me podía ir por cuatro duros. Llegué a verlo por los pelos. El último viaje fue en el 89, cuando al Este le quedaban dos telediarios. No hablaba ninguna lengua del Este. Por divertimento, ojeaba los diarios del país en el que estaba. No entendía un pijo, pero las fotos tenían juego de piernas. Una cosa curiosa de los diarios de los países socialistas era su sección de cultura. Un día sí y otro no estaba plagada de artículos sobre egiptología, con foto de momia o de egipcio de canto al uso. En mi primer viaje a Cuba, ya como periodista, me sorprendió volver a ver en el Gramma soberbios articulazos sobre egiptología. Al principio llegué a pensar que el Egipto faraónica era una metáfora del socialismo real, a reivindicar en las secciones de cultura. Posteriormente he construido esta otra cadena lógica. A ver qué les parece. La egiptología, como la filatelia, es un valor en sí mismo. No existe la egiptología alternativa, como no existe la filatelia alternativa. Ambas especialidades son cultura, un valor en sí como el carajo de una vela, por utilizar el sistema métrico decimal hispano. Y permiten –fin de la cadena lógica, amiguitos- a culturas con serios problemas para vertebrar una cultura real, una cultura con valores, una cultura que discuta consigo misma, una cultura que canalice mal rollo, problemas y discusiones, llenar las páginas las secciones de cultura. Sin decir verse en la obligación de decir absolutamente nada.

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