sábado, febrero 12, 2005

EL TAPÓN GENERACIONAL

Han pasado chorrocientos días desde el pleno Ibarretxe y ayer, en un cenorrio, aún oí hablar de él. Y escuché el comentario más común que he oído tras el pleno. Comentario más común que etc: Rajoy obsequió al mundo con el mejor discurso de su trayectoria política. Es un comentario tan reiterado que merece la pena pensar en él unos instantes, hermanos.
La génesis del comentario surgió en la Brunete Mediática a tiempo real. En 24 horas apareció, incluso, en mi diario. Esta mañana a primera hora, los sucesos más llamativos de aquel pleno han desaparecido, zas, como ninjas. Sólo queda como suceso el discurso de Rajoy, el mejor de su trayectoria –nota: si bien, con una trayectoria jalonada por discursos como el los hilillos, lo tenía a huevo, el hombre-. Bueno, sucesos llamativos acaecidos en el pleno y hoy extinguidos. Dos. A saber: a) Ibarretxe, dentro de la cultura democrática, presentó una lógica democrática en contraposición con la legalidad, pero no con la democracia; b) ZP, dentro de la cultura democrática, y con nuevo vocabulario y novedosos conceptos, argumentó brillantemente a favor de la legalidad y, toma moreno, a favor de la transformación de la realidad. Transformar la realidad en ese contexto, supone, digo yo, cambiar el concepto de España hacia la multiculturalidad y multilingüismo, palabros raros que, traducidos significan federalismo. Y federalismo, señora, significa Estado Vasco y Estado Catalán. Todo ello significa, a su vez, otra Transición. O, lo que es lo mismo y en menos fino, enviar al garete la Transición, aquel proceso que tuvo lugar en los tiempos de Tony Ronald, cuando el Ejército, como recordarán, no se caracterizaba por ir por el Tercer Mundo repartiendo magdalenas.
El discurso de Rajoy para mi fue el discurso un millón de Rajoy. Ningún concepto nuevo, ninguna argumentación nueva, posicionamientos inamovibles y una idea de España y de la democracia estrecha. Tanto que su prolongación conduce, por fuerza y por estrechamiento, a la colisión. El discurso de Rajoy fue el más skin del pleno, y el más alejado estilísticamente y en su sign-of-the-time del resto de los discursos que pronunciaron el resto de usuarios del Congreso. Aún así, del pleno sólo pasará a la historia –submodalidad, historia a corto plazo-, el discursete de Rajaoy. ¿Por qué? Los informantes de esta Segunda Transición, curiosamente, son los mismos informantes de la Primera Transición. Tipos y tipas de cincuenta y pico que llevan casi treinta informando. Se funden con la cultura de la Transición. Son, de hecho, una parte importante de la cultura de la Transición, una concepción de la cultura que esquiva los problemas, porque los problemas, en los 70’s, eran pura desestabilización en un proceso de democrático frágil y muy sensible a los problemas. Ese tapón generacional no vio las novedades del pleno, porque no eran cultura de la Transición. Sólo vio como novedad el discurso clónico de Rajoy, porque se ubucaba en la cultura de la Transición –subsector al fondo a la derecha-. Esa generación explica, al no explicar, lo que está sucediendo. Está sucediendo algo nuevo y fuera de la lógica de la Transición. Se va a tocar la palabra mágica que no se tocó en la Transición: España. Es el fin de la Transición. No creo que aquella generación pueda explicarlo. De hecho, esa generación no consiguió explicar el pleno Ibarretxe.

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